domingo, 13 de mayo de 2012

La mamá más mala del mundo

Hace algunos años leí esta reflexión y me impactó, en una fecha en la que se celebra el día de las madres quiero que reflexionemos un poco acerca del papel y la importancia de esta persona tan especial en nuestra vida:

Yo tuve la mamá más mala del mundo. Mientras que los otros niños podían irse a la escuela sin desayunar, yo tenía que comer todo el cereal, el huevo y el pan tostado. Cuando los demás niños tomaban refrescos y dulces para el almuerzo, yo tenía que conformarme con comer siempre comidas nutritivas.


Pero yo no era la única que cargaba con este sufrimiento. Mi hermana y mis dos hermanos tenían la misma mamá mala que yo tenía. Mi madre insistía en saber todo lo que hacíamos y dónde estábamos; parecía que estábamos encarcelados. Tenía que saber quiénes eran nuestros amigos. Insistía en que, si decíamos que íbamos a tardar una hora, de hecho tardáramos una hora y no dos.


Cada vez que queríamos hacer las cosas a nuestra manera, nos castigaba. ¿Pueden imaginarse pegarle a una nenita sólo porque desobedece? Ahora pueden darse cuenta lo mala que era mi mamá. Lo peor es esto que les voy a contar: Teníamos que estar en la cama a las 9 p.m. y levantarnos temprano al día siguiente. No se nos permitía dormir hasta el medio día, como a nuestros amigos, así que mientras ellos dormían, mi mamá tenía el valor de despertarnos para trabajar. Rompió la «ley contra el trabajo de los niños menores», e hizo que laváramos los trastos, tendiéramos nuestras camas, que fuéramos por el pan y las tortillas y muchas cosas más; hasta creo que se quedaba despierta por la noche pensando en las cosas que podría obligarnos a hacer, tan sólo por molestarnos: que lávate los dientes, cepíllate el cabello, respeta a los mayores, obedece...


Siempre insistía en que dijéramos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Así, entre tanta crueldad, transcurrió mi infancia. Para cuando llegamos a la adolescencia y fue más sabia, nuestras vidas se hicieron aún más miserables. Nadie podía tocar el claxon para que saliéramos corriendo; nos avergonzaba hasta el extremo de obligar a nuestros amigos a llegar hasta la puerta de la casa para preguntar por nosotros. Después de los quince años nos dejaba ir a las fiestas de la escuela y a la Iglesia solamente. Mi mamá era un fracaso total como mamá.


Pasaron los años y resulta que todos sus hijos somos felices. Hemos sabido superar las dificultades de la vida y desarrollar magníficas relaciones tanto en la familia como en la Iglesia y en nuestros trabajos. ¿A quién debemos culpar de nuestra situación actual? Tienen razón: a nuestra «mala madre».


Hemos descubierto que nuestra «mala madre» es, en realidad, la mejor del mundo. Gracias a ella mis hermanos y yo nos hemos propuesto continuar el camino trazado por Jesús.
Estamos tratando de educar a nuestros hijos como lo hizo nuestra madre. Estoy llena de orgullo cuando mis pequeñitos me dicen que soy «mala». Sonrío recordando mis propios arrebatos de cólera y le doy gracias a Dios por haberme dado a la «mamá más mala del mundo».


Si la madre de ustedes fue o es tan mala como la mía, ¿no creen que deberían expresarle su más profundo agradecimiento?


Feliz día MAMÁ!
(Tomado de http://www.motivaciones.org)

Palabras a una madre en su día

Es una tradición que el segundo domingo del mes de mayo se celebre el día de las  madres, sin embargo, en los últimos años esta fecha ha tomado un significado más comercial que afectivo; por los medios se anuncia una gran cantidad de productos para regalarle a "esa persona especial", pero se ha dejado un poco de lado la verdadera razón de ser de esta celebración. Más que regalos y palabras bonitas por un día, una madre merece el respeto, la obediencia y el amor de sus hijos durante toda la vida.
La razón para esto es muy simple, ella fue la persona que Dios quiso que nos tuviera en el vientre por nueve meses, la que se despertaba de madrugada a darnos el alimento si teníamos hambre, nos cubría cuando teníamos frío y nos cuidaba en todo momento en especial si estábamos enfermos; en la etapa escolar fue nuestra cómplice con las tareas, se emocionaba con nuestras buenas calificaciones y nos corregía cuando las cosas no iban del todo bien; siempre tiene palabras de ánimo en los momentos difíciles y consejos cuando no sabemos qué hacer, no duda en apoyarnos en nuestros proyectos siempre que contribuyan a nuestro bien, a la vez en que nos dice sin rodeos cuando algo no le parece... y lo mejor de todo, para una madre su hijo (a) siempre seguirá siendo su niño (a), aún cuando ya haya crecido, por tanto su ternura y delicadeza permanecen a pesar de los años.

No todas las madres son iguales, claro está, pero independientemente de la relación que como hijos podamos tener con ellas tenemos una responsabilidad para con Dios al respecto, pues el quinto mandamiento es muy claro: "Honra a padre y madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da" Éxodo 20:12, no dice que hay que honrarla si hace una cosa u otra sino que simple y sencillamente hay que honrarla por cuanto es la persona por medio de la cual a Dios le plujo que naciéramos, y por obediencia al Creador.

Entonces, aunque el día de las madres deben ser todos los días del año, estas fechas sirven para que hagamos una reflexión acerca de cuál es nuestra relación con ellas, más que un regalo para darle y cumplir con una tradición, debemos comprender que ella en sí misma es un regalo al que debemos valorar todos los día de nuestra vida, y debe convertirse en un motivo de agradecimiento para con Dios al permitirnos crecer con esa persona a nuestro lado cuando hay muchos que no tienen esa oportunidad.

Gracias Dios y Feliz día MAMÁ!. 

sábado, 12 de mayo de 2012

Iguales pero diferentes

Mira a tu alrededor. Hay personas blancas, negras, morenas, altas, bajitas, gordas, flacas, serias y alegres... Hay buenos, malos y regulares deportistas, así como niños y niñas que son buenos, malos o regulares estudiantes... Nadie se viste igual a nadie, aunque tengan el mismo uniforme. Todos tenemos la voz diferente y huellas dactilares que no se repiten aunque haya más de seis mil millones de personas en el mundo. En fin, somos diferentes.
Sí, todos somos diferentes, pero también iguales. ¿Y eso? ¡No se puede ser igual y diferente! Pues en el caso de los seres humanos esto sí es posible. Somos diferentes en muchas cosas, incluso los hermanos gemelos son diferentes a pesar de su extraordinario parecido.
Pero somos iguales en cuanto a que todos somos seres humanos, tenemos los mismos derechos y somos dignos de ser respetados y valorados independientemente de todo lo que nos diferencia.
Por ejemplo, no es más persona alguien de raza blanca que alguien de raza negra o indígena. El hecho de que alguien sea pobre no lo hace menos que un rico. Un enfermo o moribundo sigue siendo tan persona como alguien que tiene su salud intacta. El desplazado que está pidiendo limosna en el semáforo es tan persona como el que pasa a su lado en un carro lujoso.
Las leyes de todos los países afirman y defienden , o deben defender, la igualdad de las personas. Sin embargo, vemos que éstas son tratadas de manera diferente dependiendo de su raza, su apariencia física, sus creencias o sus riquezas. ¿Crees que este tratamiento es justo?
Tomado de "Gente buena para un mundo mejor" de El Meridiano de Córdoba, 2006
Con motivo del tema "La Discriminación" en 4° A en el Colegio Visión Mundial

domingo, 6 de mayo de 2012

EL RENACER DEL ÁGUILA


En la historia de la humanidad podemos encontrar algunos sucesos que marcaron una gran huella y sin duda alguna incidieron en la concepción que el hombre tenía de sí mismo, de la vida y de su existencia en el universo. Cuando el mundo era oscuro y la ceguera casi que absoluta, una pequeña llama se encendió y sus destellos iluminaron el arte, la ciencia y el conocimiento… En una etapa en la que se creía que los límites estaban fijos, se extendieron las fronteras y brotaron nuevos senderos, se dice que el ser humano renació, abandonando su viejo ser y renovándose para mirar un nuevo horizonte.
De la misma manera como el águila, al cumplir los cuarenta años emprende un proceso doloroso de renovación, el hombre medieval se transformó dejando atrás las barreras que le habían sido impuestas volando hacia un futuro incierto pero prometedor. El despegue fue doloroso, le exigió dejar atrás sus creencias para encontrar un nuevo rumbo marcado, paradójicamente, por antiguos senderos, los trazados por las culturas griega y latina, porque el Renacimiento, como se le conoce a este período histórico, implica un retorno a la antigüedad; los clásicos griegos y latinos recobran importancia y es entonces cuando el arte y la arquitectura tienen una segunda oportunidad para mostrarse ante un hombre cada vez más ansioso por descubrir o mejor aún redescubrir su destino.
 Las obras de Leonardo da Vinci o Miguel Ángel, los avances de Galileo Galilei, René Descartes e incluso la estigmatizada figura de Nicolás Maquiavelo son evidencias de que el dolor valió la pena, la sociedad cambió, la ciencia avanzó, la espiritualidad se reformó.
Todo esto tuvo que pasar para que así como el águila arranca su pico que ya se encuentra débil para que cuando vuelva a crecer pueda desprender una a una sus uñas que ya no atrapan la presa con la misma firmeza que en sus mejores años, y por último, con estas arranca sus plumas para tener un mejor vuelo, el hombre quitara todo lo que le impedía avanzar y como resultado de eso tuvo un nuevo impulso, como el renacer del águila.