La razón para esto es muy simple, ella fue la persona que Dios quiso que nos tuviera en el vientre por nueve meses, la que se despertaba de madrugada a darnos el alimento si teníamos hambre, nos cubría cuando teníamos frío y nos cuidaba en todo momento en especial si estábamos enfermos; en la etapa escolar fue nuestra cómplice con las tareas, se emocionaba con nuestras buenas calificaciones y nos corregía cuando las cosas no iban del todo bien; siempre tiene palabras de ánimo en los momentos difíciles y consejos cuando no sabemos qué hacer, no duda en apoyarnos en nuestros proyectos siempre que contribuyan a nuestro bien, a la vez en que nos dice sin rodeos cuando algo no le parece... y lo mejor de todo, para una madre su hijo (a) siempre seguirá siendo su niño (a), aún cuando ya haya crecido, por tanto su ternura y delicadeza permanecen a pesar de los años.
No todas las madres son iguales, claro está, pero independientemente de la relación que como hijos podamos tener con ellas tenemos una responsabilidad para con Dios al respecto, pues el quinto mandamiento es muy claro: "Honra a padre y madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da" Éxodo 20:12, no dice que hay que honrarla si hace una cosa u otra sino que simple y sencillamente hay que honrarla por cuanto es la persona por medio de la cual a Dios le plujo que naciéramos, y por obediencia al Creador.
Entonces, aunque el día de las madres deben ser todos los días del año, estas fechas sirven para que hagamos una reflexión acerca de cuál es nuestra relación con ellas, más que un regalo para darle y cumplir con una tradición, debemos comprender que ella en sí misma es un regalo al que debemos valorar todos los día de nuestra vida, y debe convertirse en un motivo de agradecimiento para con Dios al permitirnos crecer con esa persona a nuestro lado cuando hay muchos que no tienen esa oportunidad.
Gracias Dios y Feliz día MAMÁ!.
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